Secuelas de un infarto de miocardio
SaludDesde que hace ya varias décadas los estudios más avanzados demostraran la estrecha relación que hay entre una alimentación equilibrada y una buena salud, la necesidad de una dieta correcta, basada en alimentos saludables, se ha hecho más visible que nunca. Sin embargo, si acudimos a las tiendas y los mercados, lo más habitual es que encontremos todo tipo de alimentos procesados, con grasas saturadas, que no son precisamente sanos. Es como si las recomendaciones fueran por un lado, pero la realidad fuera por otro. La alimentación es un pilar fundamental a la hora de disfrutar de una vida sana y equilibrada, como lo es también el ejercicio físico. A través de ambas se evita el sedentarismo, los niveles peligrosos de colesterol y grasa en nuestro cuerpo, y se previenen problemas graves como los coronarios. De entre ellos, seguramente el más temido sea el infarto de miocardio, una necrosis producida en el corazón por la limitación de la llegada de sangre a este músculo.
Cuando una persona sufre un infarto es porque su situación ha llegado ya a un punto muy preocupante, ya que este tipo de dolencia se da cuando el colesterol o los lípidos taponen la entrada de la sangre al corazón a través de una arteria, provocando así que el flujo sanguíneo se deteriore y el corazón no recibe la sangre que necesita para seguir funcionando en buenas condiciones. No se trata solo de sufrir ese infarto, que desde luego es un susto considerable por el dolor intenso que provoca en nuestro pecho, y también en otras partes del cuerpo. El problema es que ese infarto de miocardio provoca una necrosis en las células del corazón, un daño irreversible que, si no es frenado a tiempo, puede llegar a ser mortal. De ahí que, incluso cuando una persona es capaz de sobrevivir a un infarto de miocardio, las secuelas puedan ser muy graves, dependiendo de su situación y la rapidez con la que se le haya intervenido.
Qué es un infarto de miocardio
Un infarto de miocardio es un proceso que consiste en el deterioro de las células del músculo cardíaco, que comienzan a morir por la falta de riego sanguíneo adecuado. Viene provocada normalmente por una obstrucción de las arterias (arteriosclerosis coronaria), que impide que la sangre llegue al corazón de manera normal y provoca esos daños específicos en este músculo imprescindible para el funcionamiento del organismo. La obstrucción y el deterioro de las arterias se da por la presencia de colesterol, lípidos y demás elementos que se pegan a las paredes de las mismas, impidiendo que el riego sanguíneo sea el adecuado para el buen funcionamiento del corazón. La situación provoca esa necrosis en las células de este órgano, lo que conlleva también graves consecuencias.
El infarto de miocardio suele darse, por tanto, en personas que tienen factores de riesgo como una mala alimentación, sedentarismo, etc… También en aquellos que han sufrido problemas coronarios o han heredado enfermedades cardiovasculares, que facilitan a su vez la obstrucción de las arterias. Ese proceso de obstrucción es bastante largo y se va produciendo a lo largo de los años, pero el infarto de miocardio tiene lugar en un momento concreto, donde el flujo de sangre que llega al corazón a través de las arterias es insuficiente, y el músculo comienza a padecer la necrosis por culpa de ello. Los que lo sufren suelen sentir un dolor punzante y una opresión en el pecho, que puede extenderse por toda la parte superior del cuerpo. El tiempo de reacción es indispensable para evitar que el infarto de miocardio vaya a más, ya que se necesita asistencia médica para frenarlo y lograr reducir las consecuencias.
Qué secuelas deja un infarto de miocardio
Por desgracia, en la gran mayoría de casos el infarto de miocardio provoca secuelas bastante graves en aquellos que lo sufren. No estamos hablando de un pequeño dolor en el pecho que se puede pasar con medicamentos. Si la situación ha llegado al punto de empezar a morir las células de nuestro músculo cardíaco, lo que provocará el infarto propiamente dicho, los daños serán irreversibles. Se puede salvar la vida de la persona evitando que la necrosis se extienda, pero el corazón quedará dañado para siempre. Esto hará que ya no pueda trabajar de la misma manera que antes, y lo notaremos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, hay que entender que hemos llegado a esta situación por aumentar los factores de riesgo que la provocan, como el sedentarismo o la mala alimentación. Ya estábamos limitando a nuestro corazón antes de este infarto de miocardio. Esto solo ha sido un aviso de lo que puede pasarnos si seguimos en este mismo plan.
Dependerá del tipo de intervención que nos tengan que hacer el salir más o menos damnificados de este infarto. El tiempo es la clave para evitar que la necrosis se extienda por nuestro corazón, así que lo mejor es llamar cuanto antes a una ambulancia si sentimos ese dolor en el pecho, porque si no le damos importancia y lo dejamos pasar, la situación se puede poner mucho más grave. Si la intervención ha sido rápida, el infarto puede quedar solo en un susto, y las secuelas apenas se dejarán notar en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, esto nos debe servir de advertencia para entender que estamos jugando con juego, y que dañábamos de manera inconsciente a nuestro músculo cardiaco. La amenaza de otro infarto, esta vez mucho más grave, nos debería hacer cambiar de actitud con respecto a nuestros hábitos de vida.
¿Es necesario modificar nuestro estilo de vida?
Bien es cierto que hay personas que sufren este tipo de infartos de miocardio por ser más proclives a este tipo de enfermedades coronarias, como si estuvieran ya preparadas para ello. Sin embargo, en la mayoría de casos, incluyendo también los que tienen problemas coronarios anteriores, la probabilidad de que tengamos un infarto de miocardio se puede reducir considerablemente evitando los factores de riesgo que ya hemos comentado. Y esto solo lo conseguiremos cambiando nuestro estilo de vida por uno más sano que nos haga tener una mejor salud cardíaca. Dejar el sedentarismo y hacer deporte, por ejemplo, ayudará a mejorar la circulación y a quemar esas grasas que podrían acabar por taponar nuestras arterias. La alimentación, por supuesto, también es un elemento crucial para evitar ese riesgo innecesario.
Lo que provoca la obstrucción que acaba en infarto de miocardio es la mala alimentación, la dieta llena de grasas saturadas y altos niveles de colesterol, que acaban pegándose a las paredes de esas arterias, evitando así que la sangre pase como debe a través de ellas. Si cambiamos esa mala dieta por una más equilibrada y saludable, el riesgo de obstrucción se minimizará. De la misma forma, evitaremos también el alcohol y el tabaco, ya que son factores que aumentan el riesgo de obstrucción arterial. No se trata de llevar una vida de monje, pero sí de cuidarnos mucho más para evitar que este proceso se repita, porque ya hemos sido advertido una vez, y seguro que no querrás pasar por eso de nuevo, con un peor pronóstico en esta segunda ocasión.