La religión sigue siendo una parte fundamental en la vida de muchas personas aun en el siglo XXI. Incluso en los países occidentales, donde el peso de la fe parece haber decaído bastante con respecto a otras épocas, esta sigue estando presente en todo momento. En un país como España, por ejemplo, que se considera aconfesional pero que bebe de las raíces más católicas, cada vez hay menos fieles en las iglesias, pero eso no quita que la fe se esté perdiendo. Para muchos, de hecho, es un signo de que hay que volver a creer en ese Dios que siempre está ahí para nosotros. En una época donde se están perdiendo tantos valores, donde estamos acelerando hacia un horizonte que ninguno sabe cómo será, tener la guía de un ser superior que todo lo sabe es un alivio. Aun así, el hedonismo de la sociedad actual parece mucho más cómodo que una vida de sacrificio, fe y ascetismo.
Los ascetas siguen existiendo en nuestros días, aunque de una forma un poco distinta a como vivían hace siglos. Aquellos que buscan hoy la perfección espiritual se concentran en la meditación, combinan métodos orientales y occidentales para lograr su mejor rendimiento… y lo utilizan en el día a día. Ya no es necesario renunciar a todo lo mundano, ni convertirse en un solitario que vive en una cueva, alejado del mundo. El asceta es hoy social, porque el ser humano lo es por naturaleza, y lo que busca es potenciar precisamente las cualidades espirituales que le permitan dar pasos hacia adelante. En este mundo tan competitivo, hasta el ascetismo se ha convertido en una tendencia para aquellos que buscan “salir del sistema” para aprovecharse en realidad de él. El ascetismo en la Antigüedad tenía que ver, en muchas ocasiones, con la búsqueda de un cambio radical en la vida de una persona que había ido por mal camino. Era el caso de la santa María de Egipto, muy popular en la rama copta y ortodoxa de la Iglesia Cristiana, pero que poco a poco también se está haciendo presente en la católica, por su singular historia. Y es que María era prostituta y se dedicaba a la lascivia, hasta que encontró al Señor en Jerusalén.