María de Egipto, la verdadera prostituta santa
CuriosidadesLa religión sigue siendo una parte fundamental en la vida de muchas personas aun en el siglo XXI. Incluso en los países occidentales, donde el peso de la fe parece haber decaído bastante con respecto a otras épocas, esta sigue estando presente en todo momento. En un país como España, por ejemplo, que se considera aconfesional pero que bebe de las raíces más católicas, cada vez hay menos fieles en las iglesias, pero eso no quita que la fe se esté perdiendo. Para muchos, de hecho, es un signo de que hay que volver a creer en ese Dios que siempre está ahí para nosotros. En una época donde se están perdiendo tantos valores, donde estamos acelerando hacia un horizonte que ninguno sabe cómo será, tener la guía de un ser superior que todo lo sabe es un alivio. Aun así, el hedonismo de la sociedad actual parece mucho más cómodo que una vida de sacrificio, fe y ascetismo.
Los ascetas siguen existiendo en nuestros días, aunque de una forma un poco distinta a como vivían hace siglos. Aquellos que buscan hoy la perfección espiritual se concentran en la meditación, combinan métodos orientales y occidentales para lograr su mejor rendimiento… y lo utilizan en el día a día. Ya no es necesario renunciar a todo lo mundano, ni convertirse en un solitario que vive en una cueva, alejado del mundo. El asceta es hoy social, porque el ser humano lo es por naturaleza, y lo que busca es potenciar precisamente las cualidades espirituales que le permitan dar pasos hacia adelante. En este mundo tan competitivo, hasta el ascetismo se ha convertido en una tendencia para aquellos que buscan “salir del sistema” para aprovecharse en realidad de él. El ascetismo en la Antigüedad tenía que ver, en muchas ocasiones, con la búsqueda de un cambio radical en la vida de una persona que había ido por mal camino. Era el caso de la santa María de Egipto, muy popular en la rama copta y ortodoxa de la Iglesia Cristiana, pero que poco a poco también se está haciendo presente en la católica, por su singular historia. Y es que María era prostituta y se dedicaba a la lascivia, hasta que encontró al Señor en Jerusalén.
La prostitución y la religión
La prostitución es un tema que se trata de forma muy tangencial en los textos sagrados cristianos, al menos en los “oficiales”. El Antiguo y el Nuevo Testamento cuentan con algunas menciones a este trabajo, por supuesto, juzgándolo de oscuro y peligroso. Sin embargo, desde la Iglesia Cristiana también se ha vendido esa imagen de prostituta arrepentida como una forma de exponer que la fe siempre es un salvavidas. Da igual si has cometido los más lascivos pecados, Dios estará ahí para perdonarte si eres capaz de seguir su camino. La figura más representativa de este camino siempre ha sido María Magdalena, una de las compañeras de Jesús, pero ha habido mucha polémica sobre si catalogarla o no de prostituta. En el caso de la santa María de Egipto hay menos dudas.
Una mujer desenfrenada por el deseo sexual
María nació en Egipto, cerca de Alejandría, a mediados del siglo IV de nuestra era. Todo lo que sabemos sobre su biografía nos llega por parte de la Vita, escrita por Sofronio, uno de los Patriarcas de Jerusalén en el siglo VII. Hay, por tanto, muchas lagunas en la vida de esta santa, aunque su historia, como otras tantas, es contada con el objetivo de moralizar. Así pues, se dice que María abandonó Alejandría, escapándose de su familia, cuando era apenas una adolescente. Llevada por un irracional deseo de lujuria, se dio al vicio carnal y al desenfreno, entregándose al placer con numerosos hombres. Se ha llegado a especular con que cobraba esos favores sexuales, viviendo así de lo que ganaba por estos servicios, y de la mendicidad.
Era una forma de vida habitual en aquella época, especialmente entre mujeres jóvenes. María se representa en la Vita como una mujer totalmente alejada de Dios, sin fe alguna, más allá de la su propio deseo carnal. El placer suponía para ella lo único importante, así que buscó siempre la forma de entregarse a él, sin pensar jamás en Dios. Es así como la joven lleva a cabo una peregrinación a la ciudad de Jerusalén, pero no con objetivos religiosos, sino todo lo contrario. Se trataba, de hecho, de una “anti-peregrinación”, ya que el único motivo para hacer el viaje era poder encontrar a numerosos peregrinos con los que disfrutar del sexo. Es así como la joven, ya cumplidos los treinta, llega a Tierra Santa.
El encuentro que cambió su vida
Se dice que María pudo realizar el viaje costeándolo con lo que ganaba gracias a los favores sexuales ofrecidos a los peregrinos. Una vez en Jerusalén, la joven siguió con su estilo de vida, sin ningún tipo de remordimiento. Sin embargo, algo ocurrió en la ciudad. Cuando María intentaba entrar en la célebre Iglesia del Santo Sepulcro, una fuerza invisible se lo impedía. Por más que quisiera, era incapaz de acceder a este lugar. Pronto entendió que aquello era debido a su estilo de vida disoluto, a todos los pecados que estaba cometiendo. Esa fue su epifanía, y sintiéndose mal, decidió cambiar por completo, renunciar a esos placeres mundanos, y convertirse en asceta. Rezó e imploró, se convirtió al cristianismo y evitó por todos los medios tener relaciones con los hombres. De esta manera, cuando volvió a intentar entrar en la iglesia, esta vez sí que pudo conseguirlo.
Tras poder rezar en la iglesia, María escuchó una voz que le aconsejaba cruzar el río Jordán para encontrar el descanso. Así lo hizo, siendo bautizada en aquellas aguas, y marchándose posteriormente al desierto, donde vivió el resto de sus días como una ermitaña. Llevaba, según cuenta la historia, solo tres panes, como símbolo de la Eucaristía. María vivió de lo que encontraba en la naturaleza y no mantuvo contacto con nadie hasta que poco antes de su muerte le contó su historia a Zósimo de Palestino, que se encontró con ella de casualidad en el desierto. Es así como nos llegan sus vivencias al día de hoy.
Su comparación con María Magdalena
Aunque tampoco se hace excesivo hincapié en el trabajo como prostituta de María de Egipto, sí que se relaciona mucho a esta santa con la lujuria. En su cambio, al encontrar la fe, María demostró una gran fuerza de voluntad, rechazando el placer carnal y buscando el camino de la iluminación espiritual. Es por ello muy bien considerada dentro de la Iglesia Copta, siendo especialmente relacionada con las mujeres penitentes. Su comparación con María Magdalena es bastante evidente, y puede que en el Concilio de Nicea ya se conociera su historia, y se hiciera un paralelismo entre María de Egipto y María Magdalena, para cargar con esa reputación de mujer de la calle a la compañera de Jesús.