Desde que hace ya varias décadas los estudios más avanzados demostraran la estrecha relación que hay entre una alimentación equilibrada y una buena salud, la necesidad de una dieta correcta, basada en alimentos saludables, se ha hecho más visible que nunca. Sin embargo, si acudimos a las tiendas y los mercados, lo más habitual es que encontremos todo tipo de alimentos procesados, con grasas saturadas, que no son precisamente sanos. Es como si las recomendaciones fueran por un lado, pero la realidad fuera por otro. La alimentación es un pilar fundamental a la hora de disfrutar de una vida sana y equilibrada, como lo es también el ejercicio físico. A través de ambas se evita el sedentarismo, los niveles peligrosos de colesterol y grasa en nuestro cuerpo, y se previenen problemas graves como los coronarios. De entre ellos, seguramente el más temido sea el infarto de miocardio, una necrosis producida en el corazón por la limitación de la llegada de sangre a este músculo.
Cuando una persona sufre un infarto es porque su situación ha llegado ya a un punto muy preocupante, ya que este tipo de dolencia se da cuando el colesterol o los lípidos taponen la entrada de la sangre al corazón a través de una arteria, provocando así que el flujo sanguíneo se deteriore y el corazón no recibe la sangre que necesita para seguir funcionando en buenas condiciones. No se trata solo de sufrir ese infarto, que desde luego es un susto considerable por el dolor intenso que provoca en nuestro pecho, y también en otras partes del cuerpo. El problema es que ese infarto de miocardio provoca una necrosis en las células del corazón, un daño irreversible que, si no es frenado a tiempo, puede llegar a ser mortal. De ahí que, incluso cuando una persona es capaz de sobrevivir a un infarto de miocardio, las secuelas puedan ser muy graves, dependiendo de su situación y la rapidez con la que se le haya intervenido.
El miedo es una emoción que ha acompañado al ser humano desde su mismo origen, y por tanto, entendemos que es necesaria, imprescindible incluso, para haber llegado hasta aquí. El miedo tiene para la gran mayoría de personas una connotación negativa, ya sea porque es indeseado sufrirlo, o ya sea porque no les gusta sentirse limitados por culpa de ese miedo a hacer algunas cosas. Es cierto que equilibrar nuestras emociones con respecto al miedo y a la valentía a la hora de tomar decisiones no es fácil, pero evitar por completo ese miedo, ese rechazo para ciertas conductas, nos puede llevar a un peligro real para nuestra vida. El miedo es un consejero que a veces nos ayuda a discernir lo que es peligroso y lo que no. ¿Qué ocurre entonces si lo perdemos del todo?
Hay gente que presume de ser muy valiente y no tenerle miedo a nada, pero sin embargo, siempre hay unos límites. Como por ejemplo, pasear al borde de un acantilado, o saltar desde un edificio. Somos conscientes de que esos actos pueden provocarnos daños muy graves, e incluso la muerte, y nuestro cerebro, ya sea por puro instinto o porque así lo hemos aprendido, nos inocula un buen chute de miedo para que no hagamos ese tipo de cosas. Sin embargo, hay personas que parecen no entender esos peligros, y que realmente viven con ausencia total de miedo, con una calma y una placidez absoluta incluso cuando se enfadan. Se trata de los afectados por el curioso síndrome Klüver-Bucy, un trastorno que deviene del daño o deterioro de la amígdala y los lóbulos temporales bilaterales.